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Se abrían las puertas a horas inusuales en el imponente Templo, custodio de tanta Fe y tanta historia. Se escuchaban apenas sus pasos a veces, respetuosas señales de trabajo: martillo, cincel, martillo, cincel.

Carlos Pallarols, encomendaba sus manos al cielo y trabajaba cuando ya no se escuchaban los fervorosos rezos, para transformar el rústico Altar de mármol travertino en una obra que volcaría los elementos más representativos de la fe y que ornamentaría al Templo guardando su estilo entre renacentista y barroco.

Fueron dos años de minuciosa labor, encargado por el Arzobispado de Buenos Aires, los que llevó el diseño y realización del Altar y su Púlpito en plata

El Altar, ubicado bajo la cúpula central, en donde diariamente se celebra la Santa Misa, mide tres metros de frente y casi un metro y medio en los laterales.

Su diseño reproduce elementos clásicos de la liturgia: la cruz en el centro, simbolizando a Cristo, a sus lados las letras alfa y omega (el principio y el fin de todas las cosas). Las espigas de trigo y las vides son el pan y el vino que durante la ceremonia religiosa se transforman en el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Además los peces que adornan los laterales del altar tienen un doble significado, por un lado aluden al milagro de la multiplicación de los peces y los panes y por el otro, a la contraseña utilizada por los primeros cristianos, durante la época de los romanos, para identificarse entre ellos y evitar la persecución.
Los diseños se enmarcan en importantes guardas de lirios como símbolo de la pureza.

Carlos realizó la obra en su taller, primero dibujó sobre papel en tamaño real, luego pasó al cincelado, para eso colocó el dibujo sobre las placas de metal, la embutió, la cinceló, la soldó, caló y pulió. Por último, ensambló todas las partes como si se tratara de un delicado mecano revistiendo el gran bloque de mármol. Su instalación llevó más de 1000 tornillos, imperceptibles a la vista. La tarea demandó 15 noches.

El trabajo terminado e instalado había cumplido un viejo sueño, casi una señal del destino, un anhelo.

Contaba Carlos a los medios cuando se inauguró: "Algo me pasó con el Altar de la Catedral, antes de hacerlo ya sabía que algún día lo realizaría. Me acuerdo que fui y le tomé las medidas, te estoy hablando del año 96. Miraba y me decía: no tiene nada que ver este Altar con la Catedral. Porque era pelado, de mármol travertino, fue hecho en los años 70, luego del Concilio que hubo, muy modernoso. Yo pensaba: acá tendría que haber una pieza más importante y que respetara el estilo de la Catedral. Entonces le tomé las medidas, y las aprendí de memoria. Recuerdo cuando me llamó el Secretario del Cardenal y me dijo: "Carlos, en el marco de las reformas de la Catedral para el 2000 el altar tiene que ser distinto ¿Qué día podes venir a tomar las medidas?" Le contesté: "las medidas ya las sé, son 3 metros 5 milímetros por 0,65 metros de ancho, los costados tienen 1 metro y medio", íntimamente sabía que el Altar lo iba a hacer yo. Era un poco compartir con mi bisabuelo y con mi abuelo un lugar en la Catedral. Y me tocó un espacio con muchísimo protagonismo, porque vos entras y es lo primero que ves."

"Las piezas más importantes que hicieron mi abuelo y mi bisabuelo para la Catedral, son el Sagrario que está en la Capilla del Santísimo, y la custodia del Congreso Eucarístico del año 1934, que luego restauré en el año 1984."

 
   
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